lunes, 1 de diciembre de 2008


Donde los ojos y las manos se hacen eternos. Donde no se pierden. Donde no preguntan. Donde no temen no hablar el mismo idioma. Donde tu calle juega al escondite con mi calle. Y donde esperas paciente a ser pillada por él. Donde amanece a las once de la noche, cuando estás allí, debajo de, llegando hacia. Donde no anochece a menos que anochezcas tú. Donde se me cura el insomnio y se cansa el miedo. Donde las dudas se rinden y pierde la guerra la distancia. Donde te crece la barba y te cortas el pelo mientras cambias los muebles del salón. Donde tú estás más moreno y ella está a punto de parir y vosotros buscáis trabajo. Donde la esperanza caduca y les provoca un coma irreversible por creer en lo que no tira p’alante. Donde lo importante no tiene sentido. Donde sólo importa sentir. Donde echas de menos a tus padres y el frío sabe a chocolate. Donde estás recién llegado del pasado y has visto mi mensaje tarde, ese que lees cuando te brillan los ojos. Donde reímos como niños y me llevas a un bar nuevo a probar la birra de siempre con la compañía de nunca que no crecerá jamás. Donde te intuyo feliz aunque en realidad no lo seas. Donde estás más guapo que ayer pero menos que dentro de un rato. Donde sigues siendo el hombre más gracioso del mundo. Donde te busco el olor con las pestañas y el centro del mundo es su ombligo. Donde te como a mordiscos y se muerden a besos. Donde tu risa le hace reír. Donde te encuentra sólo para darse cuenta de que lo importante no es dónde, sino cómo. 

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